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Censura, dominio y liberalismo

Se suele afirmar que la política tiene como único objetivo alcanzar el poder y perpetuarse en él. Pero la política en un sentido amplio es más bien una cuestión de dominio. De ser capaz de pasar de la potencia al acto. Del como yo mando haces lo que yo digo. 

Dominar el territorio por los recursos y las ventajas que trae consigo. Dominar las instituciones, las leyes y el ejercicio de la violencia, para que lo bueno triunfe y lo malo sea vencido. Dominar la riqueza, para repartirla como es debido. Dominar la información, para que no aflore la duda entre el sectarismo.

No se puede luchar contra el impulso de dominar, pues es producto de la necesidad y la desigualdad. Atributos propios de la naturaleza humana y consustanciales a cualquier organismo vivo. Tú y yo somos distintos y tenemos necesidades. Y eso no es bueno ni malo, es la realidad. Negarla es partir de malos principios.

Por ello el único ámbito de legitimidad incuestionable es el individuo. Y es que resulta imposible negarlo de forma universal sin invalidar el propio juicio. Pero claro, no hay necesidad de universalismos. Los unos sólo pretenden domeñar a los otros, al enemigo. Los amigos pueden estar tranquilos.

Un pecado del que solo se salva el liberalismo. Y es que la premisa liberal es reconocer al otro como dueño de su individualidad, cuestionando sólo aquellas decisiones que afectan de forma directa, clara y no consensuada al proyecto de vida de otros individuos. Ahí empieza la política. Y sólo exige un estado mínimo.

Intentar dominar la expresión cultural de unos jóvenes es reprobable, hablen de quien hablen, en tono cariñoso o despectivo. Tú juzga libremente, que el resto lo haga también, y que hable el mercado amigo. Lo contrario es poner tus sentimientos por encima de la libertad de expresión. Y si vienes con esas me haré el ofendido.

¿Y robar dinero público? ¿Algún comunicado o calificativo? La solución no es cambiar de mafia. La solución es más liberalismo. Empezando la rebelión en tu propio dominio. Extendiéndola de abajo a arriba, o serás fácilmente vencido. De la mano de la justicia y la razón. Y sin paliativos. No hay sociedad más fuerte que la formada por un grupo de individuos.